Dibujos de la luz

Publicado en Trato de la Luz con la Materia: Maribel Domenech y Margo Sawyer. Ed. Grupo de Investigación HUM-480 «Constitución e interpretación de la imagen artística» Universidad de Granada

Primer dibujo. Al fijar sobre el muro la sombra del rostro amado aparece la pintura. La sombra es ya una representación y su dibujo la representación de la representación. La leyenda de la sombra es un relato un tanto incierto y misterioso que traza esa silueta marcada entre la luz-no-luz para intentar retener una felicidad imposible.

La verdadera sombra, siempre cambiante, acompañará al amado en su viaje, la imagen de la sombra dibujada en la pared es una reliquia que se opone al movimiento del viaje, adquiriendo así un valor expiatorio y propiciatorio. La sombra real se marcha con el viajero, mientras que el contorno de esa sombra, fijado en la pared, eterniza una presencia bajo la forma de imagen, consolida una instantánea. 1

Segundo dibujo. Tales, por medio de la relación cambiante de las sombras de las pirámides estructura el espacio, calcula las distancias y de ello surge la primera geometría de las semejanzas.

Su plano es el desierto de Egipto donde la luz escribe todos los dibujos posibles. Hay un esquematismo y una lengua, hay un grafismo y el organon que habla de él. Antaño los matemáticos habían perdido la actividad gráfica, hoy vuelven a ella. De ahí las sístoles y diástoles de las filosofías vinculadas a esta práctica, las de la intuición. Y los movimientos conjuntos de filosofías opuestas, los formalismos. Intuicionismos y formalismos son sin duda las teorías más fuertes derivadas de esta práctica: una lengua habla de un grafo. 2

Leyendo y comparando estos datos de la historia antigua de la cultura nos vemos tentados a construir nuevas narrativas, para intentar ver si algo ha quedado inadvertido o tal vez, simplemente, porque hoy deseamos, o necesitamos, ver las cosas de otra manera y articulamos los datos revisados para encontrar otras respuestas.

De la luz de Ra sobre las arenas del desierto que todo lo borran no sólo nació la geometría de la semejanzas, sino también, con una síntesis bastante paradójica, nació la irracionalidad, en la raiz de 2 o en esas paralelas que nunca se juntan, hasta llegar a otras geometrías que al considerar el cero como inicio desestructuran toda aquella aparente estabilidad.

Pero, la leyenda antigua que no puede faltar en una reflexión de la luz como materia deviene de los dibujos que se producían en la caverna de Platón, y hoy, como otras muchas cosas, también esa leyenda se redobla sobre nosotros mismos.

Platón también imaginó una caverna en la que, como esclavos encadenados, los hombres asistían a un fantasmagórico baile de sombras en perpetua mudanza, en cuyo transcurso creerán reconocer, aquí y allá, siluetas, figuras, formas. Quiso enseñar de este modo la necesidad de aprender a gobernar esa mirada que reconoce y a guiar la vida según ese reconocimiento. Desde entonces la filosofía es esto lo que nos dice. Que así como los prisioneros en esa cámara oscura que es la caverna toman las sombras por los verdaderos objetos, así nosotros, prisioneros de esta otra cámara oscura que se abre del lado de acá de los ojos, tomamos por realidad verdadera las cosas sensibles, sin atrevernos a mirarlas como lo que son: copias de unos modelos inteligibles que, informándolas, les permiten ser lo que son, que las reconozcamos como tales y podamos decir: bisonte, cazar, muerte…3

En esa «cámara oscura que se abre del lado de acá de nuestros ojos» se producen una infinidad de dibujos de luz. Ese «cinematógrafo que todos llevamos dentro» 4 captura las visibilidades móviles que nuestro alrededor desprende y traslada por el espacio a través los rayos de luz. Sensaciones que la mente lee interaccionando óptica, percepción e intuición para que podamos decir: déjame mirarte de nuevo.

Son múltiples las metáforas que desde antiguo se han establecido entre la luz y la visión con el saber y el conocer, pero los ejemplos antes nombrados añaden a estas metáforas una particular diferencia: el amado se va, la sombra de las pirámides se mueve, las sombras de la caverna tiemblan «en perpetua mudanza», esta mutación de las imágenes nos pide más que conocer, primero reconocer.

Nietzsche nos enseñó a subvertir eficazmente estas metáforas que confieren especial   autoridad al pensamiento ocular: la propia lógica ocularcentrista la vuelve sobre sí misma haciéndonos ver una multiplicidad de perspectivas posibles. A partir de él son muchos los que nos advierten de los peligros del punto de vista fijo, único; del Panopticón –ese despliegue político del encuadre que señalaba Foucault.

Por eso, hoy que ya sabemos del continuo cambio de todo, de la inevitable acción del tiempo y que vivimos la luz como energía activa que genera las imágenes que nos rodean, debemos esforzarnos en buscar nuestro propio relato subjetivo –fuera de las condiciones de visibilidad que impone esa racionalidad globalizante que despliegan las tecnologías de la imagen. Las imágenes editadas, montadas, borradas, o modificadas no residen en ningún lugar o tiempo concreto, y pueden desplomar las barreras de pasado, presente y futuro.

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No tenemos tiempo, en este poco espacio, para coser una forma de pensamiento crítico concreta con estos dibujos dinámicos de la luz, y posiblemente ellos no procuran un solo vestido. Sólo hilvanes y algunos pespuntes intentan mantener unidas las distintas piezas mostrando posibles vías de conexión, montadas a partir de estas tres (cuatro, cinco, …) consideraciones básicas rescatadas de la historia. No podemos esperar del elemento más veloz una imagen fija de las cosas. Nunca reposo o estabilidad. La luz es movimiento y casi, más que ello, tiempo.

NOTAS

1. STOICHITA, V., Breve historia de la sombra. Ed. Siruela, Madrid, 1999, pág 19

2. SERRES, M., El paso del Noroeste. Ed. Debate. Msdrid, 1991, pág. 172.

3. MOREY, M., «Fragmentos sobre la contemplación». en Tiempo suspendido: Jeff Wall y Pepe Espaliu . Ed. Generalitat Valenciana, 1999, Pág. 161

4. Tal como mencionaba Bergson en Materia y Memoria