LUZ
 
La luz enciende la visión, mostrándole sus colores y su capacidad expansiva, pero cuando vemos los gráficos que nos muestran su posición espectral, su potencial queda reducido a una estrecha franja de longitudes de onda. Son sus colores los que muestran su encerrona, quedando marcados los umbrales de visibilidad (VÉASE) entre el rojo y el violeta, entre 1.014 y 1.016 vibraciones por segundo, donde queda también limitada nuestra posibilidad de ver. Dentro de ese umbral, la luz mantiene su poder para ocupar todo el espacio como posibilidad transparente, los rayos sin espesor se filtran por cualquier rendija y el vacío queda surcado por un entramado mucho más complejo que lo que el día nos muestra. La luz alumbra haciendo visibles las cosas al tiempo que oculta sus rayos invisibles; sólo el fotón, al encontrar un límite en su trayectoria, nos muestra su posición y su presencia, la onda se oculta mientras que el corpúsculo señala.

En esta dualidad aparece una de las paradojas físicas de la luz, su doble naturaleza, ondulatoria y corpuscular ha conducido a relaciones de incertidumbre. Ambas concepciones fueron, hasta el postulado dualista de Louis Broglie, consideradas como contradictorias, después la mecánica ondulatoria las asume simultáneas manifestando la coexistencia de ondas y corpúsculos.
Sin embargo, el aspecto dinámico y el aspecto cuántico de la energía radiante no es simultáneo sino dos aspectos complementarios, no hay una onda asociada al corpúsculo, sino lo uno o lo otro. Onda durante la propagación en movimiento, y corpúsculo en el límite cuántico que preside su existencia o su desaparición.

Podríamos verlo más claramente al extrapolar este sistema mediante la representación de imágenes que produce el cine: fuente de emisión (proyector), recorrido ondulatorio y encuentro con un límite (imagen proyectada). Durante la proyección de un film (VÉASE), hay una imagen en el punto de partida, es decir, en la película  que pasa por el proyector, y otra imagen en el punto de llegada, en la pantalla. Pero entre estos dos puntos extremos no hay imagen. No hay más que un conjunto de haces luminosos que, por haber pasado por zonas más o menos transparentes de la película, contienen cualidades de luz infinitamente variables. Estas variaciones de intensidad luminosa producidas sobre la pantalla esbozan zonas de sombra y de luz que reconstituyen la imagen. Pero se puede «volver a encontrar» esta imagen en todo punto comprendido en la «trayectoria» del cono luminoso, con tal que se interponga  una superficie plana perpendicular al eje de proyección.// Otro de los aspectos paradójicos de la luz, entendida como materia, es su capacidad penetrante. La energía se despliega por el espacio sin impedir  el movimiento de los cuerpos entre ella, la luz ocupa sin ocupar el espacio, y por otra parte, tiene también la posibilidad de pasar a través de determinados cuerpos; cuerpos transparentes que son atravesados por la luz sin ofrecer resistencia, sin que aparentemente nada se altere. Pero lo cierto es que los cuerpos transparentes modifican su trayectoria, las lentes (VÉASE) atrapan, condensan o dispersan el ángulo de sus rayos en la refracción.