VISIÓN
 
Las radiaciones de luz, el objeto físico, su proyección óptica en la retina y su trasferencia al entendimiento son las situaciones básicas que posibilitan la visisón. Ante nuestros ojos las cosas se dan de natural, no vemos como se difunde la luz, simplemente el espacio iluminado. El exterior es como sí se introdujera según fluidos paralelos y trasparentes hacia el entendimiento, pero hemos visto que el proceso se desvía, los haces siguen formas cónicas que penetran en cada uno de nuestros ojos, invirtiendo la imagen. E incluso, ese acto de ver vuelve invisible su misma realidad básica: tenemos dos ojos (VÉASE).   
 
Para ver esa huella de imagen que la luz deja sobre el fondo de nuestros ojos, un proceso cegado inicia la segunda fase de la visión que es de naturaleza química, su transformación comienza en las membranas de las retinas que están tapizadas de un elevadísimo número de receptores luminosos —los conos y los bastones. Estos receptores de la imagen activan el proceso químico retiniano, que, a modo de laboratorio, trasforma la información recibida en otra de naturaleza totalmente diferente.
En este punto se inicia la tercera y última fase que es de índole neuronal. Los receptores retinianos se enlazan con células nerviosas siguiendo varios procesos de sinapsis, hasta transmitir su información al nervio óptico, éste a su vez la distribuye por nuevas conexiones nerviosas hacia la parte posterior del cerebro para llegar por fin al cortex estriado. Esta fase neuronal constituye una red extremadamente densa y compleja que multiplica la información recibida por correspondencias transversales .

No hay pues una reproducción directa de la información en cada fase, sino un tratamiento de esa información, no hay correspondencia punto a punto, sino por el contrario, multiplicación de correspondencias; en suma, la apariencia de lo real es tratada primero en forma óptica, después química para por último, iniciar el proceso más complejo de tratamiento de la información.

Lo visual pierde su transparencia, las «sensaciones elementales» de la imagen directa necesitan mediadores explicativos, detectores capaces de codificar las señales discontinuas retinianas. La mirada que arrojamos a nuestro alrededor a cada momento no capta por tanto más que una multitud de repeticiones y de evoluciones interiores, efectos por eso mismo discontinuos. Son por tanto, en última instancia, mecanismos cegados los que nos dan a ver lo visual.
Así, ante la percepción de ese objeto u objetos en el espacio, en cualquier experiencia cotidiana, desde ese momento que captamos lo que nos rodea, se superpone otra realidad, abierta, global, que afecta a la totalidad en tanto que es interpretación de la realidad como suma de miradas y experiencias anteriores. El significado otorgado a lo que vemos está en gran medida allí en lo visto hasta ahora. El pensamiento se siente siempre invitado a este acto de ver.

J.D. García Bacca, Elogío de la técnica. Ed. Antrophos, Barcelona, 1987, pág.17-18.