Hélice

Las barcas del Cabanyal poseen unas hélices relativamente pequeñas en proporción a su tamaño y resulta destacable que únicamente tengan tres palas.
Sin tener en cuenta el diseño y materiales utilizados, cuanto más grande sea, más eficientemente trabajará, aunque lo más importante reside en conseguir un equilibrio idóneo (régimen de trabajo idóneo), que se da cuando el tamaño de la hélice es el adecuado a la capacidad del motor.

La hélice fue inventada por Josef Ressel (1793-1857), en 1826; aunque contaba con otros inventos de referencia. En 950 a.C. los egipcios usaron un dispositivo de rosca para facilitar el riego. Arquímedes (287-212 a.C.) inventó el tornillo para la elevación de líquidos, harina, cereales o material excavado. Da Vinci (1452-1519) elaboró planos a partir del tornillo de Arquímedes y también buscó una aplicación propulsora a través de diseños helicoidales: de hecho, el dibujo para prototipo de helicóptero se asemeja mucho a la primera hélice diseñada por Ressel.

Ressel trabajaba como forestal, pero sentía una gran curiosidad por el mar y los barcos. Estudió en Austria y trabajó en Eslovenia y en Trieste. Fue observando la ruta Trieste-Venecia y el funcionamiento y diseños navales de la época cuando pensó cómo podía proveerlos de una mayor fuerza y velocidad.
Decidió llevarlo a la práctica y añadió a la máquina de vapor de un barco –el Civetta- un tornillo helicoidal en su popa. El barco se desplazó mucho más rápido, pero explotó tras alcanzar los seis nudos. Este fracaso hizo que los barcos tardaran en incorporarla como parte de sus diseños.
La invención de la hélice supuso un gran avance en el diseño de las embarcaciones, aunque Russel también inventó otros artilugios como la prensa de tornillo para vino y aceite o los rodamientos de bolas.
Posteriormente John Ericsson perfeccionó la hélice y en  1839, basándose en un diseño de Ressel, realizó la primera travesía transatlántica