La sombra luminosa de tu vacío

La sombra luminosa de tu vacío
Seng – Ts’an «Hsin-hising-ming» finales del siglo XVIII

El agua que goteaba… el humo a lo lejos, y sin embargo… no hay nada. Quizás la imposible conciencia de la pura conciencia como tal, sin objetos mentales o corporales. La oscuridad de la oscuridad, pregnancia negativa. ¿Acaso no sería esto también una forma de luz? Y ¿qué habita en el curvo trazado de su infinito-finito recorrido? Tal vez los fractales del inconsciente.

En todo caso si las configuraciones cuánticas nos llevan paulatinamente a la aceptación de nuevas posibilidades de síntesis decisivas (sólo aquí y ahora), emergiendo de ello la noción de la interactividad y el hecho diferenciable entre caracteres o acciones de las subpartículas de materia y las de interacción. El concepto de bosón de interacción nos permite ampliar infinitamente lo elemental en la idea de materia. Así, el intercambio de un bosón virtual en la interacción electromagnética genera el fotón.

Y sin explicarlo, permítaseme decirlo con urgencia, lo que me fascina es la contradictoria no existencia de lo que llamamos luz, pero sí, entendida como liberación interactiva del concepto que surge de la globalidad universal de ese «todo» que apunta Seng-Ts´an.

«Partículas de interacción y campos de materia» nociones totalmente extrañas a las teorías clásicas, pero que ya han enriquecido los significados sobre la materia, la energía y el tiempo hacia vías que parecen manifestarse en el sentido de mutua exclusión. De esta manera las partículas son también ondas y las ondas son partículas, revelando armonías complementarias con aquellas partículas que obedecen a la estadística de Fermi-Dirac, es decir partículas impenetrables. No se pueden colocar dos fermiones en el mismo estado, lugar, tiempo, posición; pero sí es posible con el sistema que observa la estadística de Bose-Einstein. Son partículas «superponibles», lo que permite generar fuerzas de interacción aditivas. Por ejemplo los lasers producen flujos intensísimos de fotones idénticos con el mismo grado energético.

Actúan estas sucesivas interacciones electromagnéticas con el medio, y en la posible aceptación y procesado subsecuente de un ser vivo, elemental o complejo, se produce el proceso de su interpretación y consecuente respuesta, los comportamientos sucesivos y las incesantes fluctuaciones y efectos de feed-bak indisociables con el todo y con el «brillante espejo que no brilla en ninguna parte», como escribió Hui-neng, quien añade, «Desde el inicio no hay nada» y (recordando un célebre Koan zen) aunque a veces nos fascine el no ruido de la palmada que produce una sola mano, llegamos así a ninguna parte, lo cual es mucho, porque establecemos, sin saberlo quizás, el sutil dato posicional en los puntos del tiempo y en todos los sucesivos-superpuestos-espacios, asumiendo lo que fue la intensidad y dirección de una fuerza, el impulso necesario para la ruptura espontánea de la simetría, la duración cero, la perfección del vacío, sin carencias, sin excesos.

Entrevemos la constante evolución de «túneles sinápticos del saber» en la no evidencia de «estructuras encajadas» ampliándose constantemente los límites extremos micro y macro-cósmicos quizás en la esfera de contacto de varias hiperesferas. Ninguna distinción ya entre materia y luz. El vacío-no vacío como estado de mínima energía que presupone campos interactivos sometidos a fluctuaciones cuánticas latentes, y que activados durante intervalos lo suficientemente cortos e intensos llegan a materializarse.

Podríamos pues, lejanamente, entrever la noción de materia, espacio-tiempo y energía en ese uno-todo.

Más cerca de nuestra percepción-interacción cotidianas, y como la famosa respuesta de San Agustín a la cuestión de ¿qué es el tiempo? Sabemos qué es la luz si no nos lo preguntamos. Y he aquí la asunción de un hecho de elevadísima fruición estética y al que naturalmente, con o sin ninguna duda metódica, podemos acceder viviendo el «Twilight Arch» de James Turrell, realización de 1991 y que se encuentra instalado en el Museum für Moderne Kunst en Frankfurt; a donde remito urgentemente y sin contemplación alguna al lector. Allá encontrará conforme vaya sumergiéndose en la relativa oscuridad del ámbito-obra una creciente, lenta calma y sucesiva inactividad tranquilizadora de nuestros sensores, especialmente la visión que se acomoda poco a poco, muy despacio, al cambio que supone la diferencia ambiental en cuanto a orden-desorden en el recorrido museístico y por ende sus distintos grados de luminosidad. Es un pequeño esfuerzo de acomodación semejante al de un astrónomo que debe percibir, lo más detalladamente posible, la leve luz de un planeta lejano a través del telescopio.

No hay sensación de límites en la estancia y quedamente, una gran sombra rectangular difusa, rothkiana, emerge pausada, gris neutra cambiando a un indefinido violeta-azulado profundo y magnético, con la incertidumbre de su ubicación, de su tamaño real; puesto que parece avanzar o retroceder a veces. Es un campo de atracción y envoltura que se desmaterializa si intentamos tocarlo, como si no existiera, o esta existencia se situara al margen de la nuestra, creándose en una inmensa profundidad que parece anunciada en algún lugar impreciso frente a nosotros. Transparencia y densidad, todo y nada como luz-no luz, inmersos en esta lenta, silenciosa, insondable inspiración-sin pecho, sin objetos, sin corporeidad, intemporal, «limitless». Como el agua que goteaba…el humo a lo lejos, y sin embargo… no hay nada.

Noviembre 1992
Texto publicado en Arte:proyectos e ideas nº 0