—¡Un laberinto de marfil! —exclamé. Un laberinto mínimo...
—Un laberinto de símbolos —corrigió. Un invisible laberinto de tiempo. A mi, bárbaro inglés, me ha sido deparado revelar ese misterio diáfano. Al cabo de más de cien años, los pormenores son irrecuperables, pero no es difícil conjeturar lo que sucedió. Ts'ui Pên diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un sólo objeto. El Pabellón de la Limpida Soledad se erguía en el centro de un jardín tal vez intrincado; el hecho puede haber sugerido a los hombres un laberinto físico. Ts'ui Pên murió; nadie, en las dilatadas tierras que fueron suyas, dio con el laberinto; la confusión de la novela me sugirió que ese era el laberinto. Dos circunstancias me dieron la recta solución del problema. Una: la curiosa leyenda de que Ts'ui Pên se había propuesto un laberinto infinito. Otra: un fragmento de una carta que descubrí.
.... Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardin de senderos que se bifurcan."