ESCRIBIR
 
Escribir implica inicialmente provocar dos direcciones que van de dentro a fuera entre interiorización y exteriorización, porque el que escribe se dirige a sí mismo como en segunda persona y también porque el signo lleva siempre adherido situaciones indicativas del exterior al que alude, manteniendo al mismo tiempo su intimidad esencial. Escribir es estar siempre entre un par de fuerzas.

Pero en lo escrito, cuando una palabra sigue a otra, una y otra vez, se amplía esa direccionalidad iniciándose un movimiento que al circular escapa, amplía o modifica lo pretendido. El que escribe alude a lo sentible utilizando lo decible, pero la transferencia no puede ser exacta, las palabras no se dejan reducir a lo determinable, una sobre otra se hacen eco en una compleja red de relaciones no lineales. Las expresiones se encadenan más allá de la contigüidad e incluso sus oposiciones no presentes hacen sistema con ellas apareciendo como signos invisibles, entonces, las palabras presentes y ausentes se hablan, atraviesan el grosor de las páginas para comunicarse entre los distintos estratos, estableciendo y rompiendo alianzas, haciendo y deshaciendo cruzamientos. El cuerpo de la palabra guarda siempre algo de asociación involuntaria.