Pero en lo escrito, cuando una palabra sigue a otra, una y otra vez, se amplía esa direccionalidad iniciándose un movimiento que al circular escapa, amplía o modifica lo pretendido. El que escribe alude a lo sentible utilizando lo decible, pero la transferencia no puede ser exacta, las palabras no se dejan reducir a lo determinable, una sobre otra se hacen eco en una compleja red de relaciones no lineales. Las expresiones se encadenan más allá de la contigüidad e incluso sus oposiciones no presentes hacen sistema con ellas apareciendo como signos invisibles, entonces, las palabras presentes y ausentes se hablan, atraviesan el grosor de las páginas para comunicarse entre los distintos estratos, estableciendo y rompiendo alianzas, haciendo y deshaciendo cruzamientos. El cuerpo de la palabra guarda siempre algo de asociación involuntaria.